Muchas familias disfrutan en el día a día el bienestar que genera la convivencia entre los más pequeños de casa y su perro. La relación que se establece entre niños y niñas y los animales de compañía suele ser muy especial, con fuertes lazos emocionales.

Un grupo de investigadoras del Departamento de Psicología de la Universitat Rovira i Virgili (URV) se propuso comprobar científicamente la percepción y vivencias compartidas por tantas familias con hijos pequeños que conviven con un perro. “El objetivo de este estudio era determinar si los niños que viven con perros en casa muestran un desarrollo social y emocional más avanzado que aquellos que no lo hacen”, explican los investigadores. Los resultados son reveladores.

El estudio, sin precedentes por la metodología utilizada, ha realizado un seguimiento de 120 niñas y niños de entre tres y cinco años para analizar el impacto del contacto con los perros en su desarrollo social y emocional.

Los investigadores han evaluado diversos aspectos: la interacción de niños que conviven con un animal de compañía con los adultos, cómo expresan sus sentimientos, el afecto, la imagen propia, la interacción entre iguales, la cooperación y el papel social.

El objetivo, poder identificar las diferencias en el desarrollo socioemocional de las niñas y los niños en función de si están o no en contacto con un perro en casa, de forma cotidiana.

“El desarrollo socioemocional en la infancia es la capacidad de desarrollar las herramientas sociales necesarias para tener relaciones cercanas y seguras con los adultos y con otros niños”, explican los investigadores en el estudio.

La principal conclusión es que tener un perro en casa incrementa el desarrollo social y emocional de los niños. Se ha visto que el contacto con perros tiene “una asociación significativa con la socialización”, tanto en niños como en niñas, y que las diferencias entre los dos grupos, los que conviven con perros y los que no, “son de gran magnitud”. Los resultados indican que “el contacto con perros tiene una asociación significativa con la socialización de los niños”.

Se han analizado competencias y habilidades concretas. “Las principales diferencias entre niños que conviven con perros y los que no son “la expresión de los sentimientos” y la denominada “área de colaboración”.

También se ha evaluado la capacidad de interacción entre niños y adultos, la expresión de los sentimientos, lo que se conoce como self-image (la imagen que cada niño tiene de sí mismo), la capacidad de interacción y de colaboración. En todos los aspectos estudiados se han hallado diferencias entre los niños y niñas que conviven con perros y los que no. Todos los resultados son positivos en favor de los primeros.

“Los perros refuerzan la seguridad y confianza en sí mismos de los niños y niñas porque las mascotas no se ríen de cómo lo hacen o de si se equivocan”, ejemplifica Maria Pifarré, veterinaria.

Otros estudios habían avalado ya la incidencia positiva de los perros en la autoestima de los adultos. “Científicos de las universidades de Miami y Saint Louis han concluido que los propietarios de mascotas suelen tener mayor autoestima. Son más extrovertidos, se sienten mucho mejor consigo mismos y tienen menos inseguridades que los que optan por no tener mascotas”, añade Pifarré.

Hay otros beneficios vinculados a aspectos más lúdicos. “Los perros unen a la familia, aportan cohesión, armonía y mejoran la comunicación en el hogar; se requiere consenso y cooperación en los cuidados que precisan”, explica Pifarré. Con los más pequeños, que siempre tienen ganas de jugar, son también un buen antídoto para el aburrimiento, porque los canes “siempre están dispuestos a jugar, con lo que el buen rato está asegurado”, añade la veterinaria.

Además de los aspectos psicológicos, la convivencia con un perro tiene otros efectos positivos sobre los menores. “El contacto con mascotas hace que los niños se expongan a microorganismos que fortalecen sus defensas. Disminuye el número de casos de alergia y asma”, apunta.

No es la primera vez que se avalan científicamente los beneficios de tener una mascota a nivel físico, psicológico y sobre el bienestar emocional de sus propietarios, aunque utilizando otras metodologías. Así lo recuerdan los investigadores de la URV en su estudio: “El impacto positivo de vivir con un animal en el desarrollo emocional y la salud se conoce como el efecto mascota”, destacan.

Los investigadores de la URV que han liderado y participado en este estudio (Jorge-Manuel Dueñas, Laia González, Raquel Forcada, Silvia Duran-Bonavila y Gisela Ferré-Rey) destacan la importancia de realizar nuevos estudios en un futuro sobre el mismo tema, con el posible seguimiento de los niños evaluados más adelante. “Sería interesante, por ejemplo, analizar si las diferencias encontradas en estas edades tempranas se mantienen a lo largo de la niñez y la adolescencia, e incluso si siguen siendo importantes en la edad adulta”, dice el estudio en sus conclusiones finales.

Por Esteve Giralt, para La Vanguardia.

Fuente: Clarín