Con el asesoramiento del INTA, el establecimiento La Blanca incrementó hasta un 20 % la productividad del sistema de cría y hasta un 83% el índice de preñez. Las claves para lograrlo.
De acuerdo con Úrsula Wolf, investigadora en Producción Animal de esa unidad del INTA, “en general, existe poca información sobre cómo intensificar la actividad, en una región con diversas limitantes ambientales”. Y agregó: “la clave del éxito está en lograr el mayor número de terneros al año para lo cual es necesario organizar el rodeo, planificar la oferta forrajera y hacer un buen manejo sanitario”.
Y esas mismas recomendaciones aplicaron en el establecimiento La Blanca. Allí, técnicos del INTA y productores, luego de dos años de trabajo lograron mejorar en un 20 % los índices productivos.
Rubén Ángel Don es productor ganadero y, en unas 1.600 hectáreas, se dedica a la cría de animales. “Nuestro principal problema era la baja preñez de las vacas, en años buenos llegábamos al 60 % y en años malos no superábamos el 40 %”, señaló y aseguró: “Sólo con ordenar el rodeo y ajustar las prácticas de manejo, en el último año, el índice de preñez llegó al 83 %”.
“Desde el INTA, acompañamos al establecimiento con algunas recomendaciones que implicaban un cambio en la forma de manejarse”, expresó Wolf y aclaró: “Comenzamos con estacionar el servicio, utilizamos la condición corporal como herramienta para tomar decisiones de manejo y armamos lotes por categoría de animales”.
En los sistemas ganaderos dedicados a la cría bovina, la organización del rodeo implica la separación de animales por sexo, categorías según las edades y requerimientos nutricionales. “Nosotros recomendamos que el rodeo de vacas adultas se mantenga separado de las vaquillonas de segundo servicio y de los animales de recría, además de mantener aislados a los machos reproductores hasta la época de servicio”, señaló Wolf y añadió: “Esto facilita el manejo nutricional y sanitario de todos los animales”, señala el INTA Informa.
Sebastián Valiente, extensionista INTA Malbrán –Santiago del Estero–, todas las prácticas aplicadas a los animales deben ser acompañadas por un adecuado manejo del forraje. “En esta región del país, la ganadería bovina es extensiva y se desarrolla en campos con pastizales naturales, es decir, en zonas bajas e inundables predominan los pajonales de espartillo”, manifestó y agregó: “En el último tiempo, pudieron incorporar pasturas subtropicales como grama rhodes y gatton panic”.
“El manejo de los pastizales tiene un rol estratégico para la ganadería bovina de cría y permite ajustar la carga animal para que el sistema sea sustentable y rentable en el tiempo”, afirmó Valiente.
En esa región del país las lluvias varían alrededor de los 900 milímetros al año y se distribuyen en el periodo primavera-verano. Esta característica hace que, en la estación seca la calidad del forraje disponible no sea adecuada para cubrir los requerimientos nutricionales de las distintas categorías y, en algunos casos, se recomienda la suplementación con subproductos de oleaginosas como expeller de soja u algodón, burlanda de maíz o semilla de algodón.
“La idea es buscar la opción que resulte más conveniente económicamente y suministrar un 0,5 % en relación con el peso vivo del animal y por día”, explicó Wolf y aclaró: “En caso de no tener suficiente cantidad, ni calidad de forraje disponible la suplementación debe ser con algún alimento voluminoso, como silajes o henos”.
Según Wolf, para lograr que los vientres lleguen a tener un ternero por año es fundamental prestar especial atención a la condición corporal –herramienta visual que sirve para estimar el estado nutricional de los animales en base a la observación de las reservas de grasa–. “Por regla general, aquellos animales que no están bien alimentados permanecen durante más tiempo sin gestar un ternero y, como consecuencia, afecta el índice de preñez deseado”.
21/11/2017
Fuente: Infocampo