Fieles compañeros, las mascotas son parte de la familia. Y, al igual que ocurre con algunos miembros más chicos del núcleo familiar, la reacción de la mascota ante la llegada de un bebé no siempre es fácil, ya que significa un cambio en la rutina. Sin embargo, hay una serie claves para que la mascota reciba al nuevo integrante de la mejor manera.
Lo cierto es que el cambio en los hábitos cotidianos va a ser inevitable, y lo más importante es intentar que el perro se adapte a esa nueva rutina antes que nazca el bebé. De esa forma se evitará sorprender al perro con el cambio.
Una de las formas es la de crear una rutina similar a la que tendrá el perro luego de que el bebé llegue a la familia, por lo que hay que acostumbrar al perro a los nuevos horarios, desde los paseos, hasta la hora de comer.
Es importante que el tiempo de paseo sea un momento de atención solo para la mascota. Lo mismo sucede cuando los dueños comienzan a jugar con ella: hay que finalizar el juego para que no sientan que son dejados de lado.
La llegada del bebé
Mientras el recién nacido está en la clínica, el perro no debe quedarse solo en el hogar. Si no pueden estar con él, lo más aconsejable es dejarlo con algún familiar. Desde la Fundación Affinity aconsejan llevar alguna toalla o manta con el olor del bebé a casa, jugar con el perro, acariciarlo y darle premios mientras se la muestra. De este modo, asociará el olor del bebé con experiencias agradables.
También es aconsejable llevar al perro al veterinario para que le limen un poco las uñas. De esta manera se evitará que pueda arañar al bebé si, por accidente, le tocara con las patas. El perro mostrará una curiosidad natural ante la llegada del pequeño. Los dueños deben permitir que investigue al nuevo miembro de la familia evitando que pueda, sin querer, hacerle daño.
También es conveniente que la mascota aprenda a saludar sin saltar, jugar sin morder, soltar los objetos que tiene en la boca y diferenciar entre los juguetes suyos y los del bebé. Además si el perro tuviera algún problema de conducta o mostrara un comportamiento agresivo en ocasiones, los dueños deberían ponerse en contacto con un adiestrador para revertir esta situación.
Ante el primer contacto es importante actuar de la forma más relajada posible para evitar transmitir nuestra excitación a nuestro perro. No se lo debe castigar por querer investigar al bebé, ya que podría asociar la presencia del niño con algo negativo. Una vez que se acerque al niño si lo hace y lo huele de forma calmada, es importante acariciarlo y felicitarlo. Si las cosas han ido bien es preferible no alargar en exceso ese primer contacto. No hay que forzar la interacción entre el perro y el bebé, sino que el proceso debe realizarse de manera gradual.
La educación del niño
De acuerdo a la fundación, la convivencia con un perro es muy beneficiosa ya que contribuye a la educación de un niño más sociable y con mayor sentido de la responsabilidad. Hasta los 2 o los 3 años, el niño conoce su entorno fundamentalmente a través del tacto. Al ver al perro, intentará acariciarlo, palpar su piel y su pelo.
El niño tratará al perro como a un juguete más, al que sin querer puede hacer daño, al tocarle los ojos, el hocico o las orejas. Para evitar esa situación hay que enseñar al pequeño la forma correcta de acariciarlo. Por otro lado, también hay que mostrarle al niño qué zonas del perro no conviene tocar y qué fuerza debe aplicar. Si se utiliza una fuerza excesiva, apartaremos su mano y le enseñaremos tomando su mano con la nuestra cómo acariciar con suavidad.
Fuente: Infobae