Informe técnico OIE

 

La equinococosis, o enfermedad hidática, es una infección provocada por cestodos del género Echinococcus, unos gusanos diminutos de pocos milímetros de longitud. Se han identificado cinco especies de Echinococcus que infectan a una gran cantidad de animales domésticos y salvajes. La equinococosis es una zoonosis, es decir, una enfermedad animal que también afecta a los seres humanos.
Como todos los cestodos, el ciclo biológico de Echinococcus se desarrolla en dos animales. En el hospedador definitivo, un carnívoro, donde los gusanos adultos se adhieren a las paredes intestinales. En el hospedador intermediario, que puede ser prácticamente cualquier mamífero, incluido el ser humano, los cestodos forman quistes en distintos órganos.
Los quistes – unas vesículas de crecimiento lento que contienen larvas y líquido – y que en la mayoría de los casos se alojan en el hígado o los pulmones, provocan los síntomas de la enfermedad. Denominados quistes hidáticos, actúan como tumores que alteran las funciones del órgano en el que se encuentran, afectan el crecimiento, reducen la
producción de leche y carne e inducen el decomiso de esos órganos en la inspección sanitaria de la carne. En los seres humanos la enfermedad puede ser grave, raramente mortal, y el tratamiento es largo y oneroso. En los intestinos de los carnívoros hospedadores definitivos los Echinococcus son benignos.
De conformidad con el Código Sanitario para los Animales Terrestres de la OIE la infección por Echinococcus es una enfermedad inscripta en la Lista de la Organización y, en cumplimiento de lo estipulado en ese Código, debe notificarse obligatoriamente por los Países y Territorios Miembros.

¿Dónde existe la enfermedad?

De las 5 especies, Echinococcus granulosus es la única que está presente todo el mundo. E. multilocularis se encuentra difundido en el hemisferio norte. E. oligarthus y E. vogeli están presentes únicamente en Centroamérica
y Sudamérica. La quinta especie, E. shiquicus, se descubrió en la República Popular China en 2006. E. granulosus y E. multilocularis son los de mayor riesgo zoonótico. Las especies latinoamericanas raramente afectan al ser humano y el estatus zoonotico de E. shiquicus es desconocido.

¿Cómo se transmite y propaga la enfermedad?

El ciclo de E. granulosus, el cestodo más difundido, tiene lugar entre perros y ovejas. Los perros se infectan al consumir vísceras frescas o residuos de cadáveres de ovejas infectadas que contienen quistes. Posteriormente, al depositar las heces en el suelo, contaminan las tierras de pastoreo y las ovejas vuelven a infectarse cuando pastan.
Entre perros y caballos, perros y camellos, etc., así como en la fauna salvaje (por ej., entre lobos y cérvidos, o entre dingos y canguros o ualabíes), el ciclo es similar. E. multilocularis se transmite fundamentalmente entre predadores y presas, por ej., entre zorros y pequeños mamíferos, en particular ratones de campo. Si bien en ocasiones las vacas, las ovejas y los cerdos se encuentran expuestos a la infección, como las pequeñas lesiones que desarrolla E. multilocularis no son viables, y por lo tanto no participan en la transmisión.

Ciclo biológico

Los gusanos adultos viven en el intestino delgado de los hospedadores definitivos. Cuando se reproducen, liberan huevos en el medio ambiente a través de las heces. Los huevos pueden sobrevivir hasta un año en el frío y la humedad, pero son sensibles a la desecación. Los huevos frescos son pegajosos y pueden adherirse al pelo de los hospedadores definitivos, facilitando su diseminación.

Los hospedadores intermediarios ingieren los huevos accidentalmente, cuando se alimentan con pastos u otros alimentos, o beben agua. Los huevos eclosionan en el intestino delgado y liberan las larvas que atraviesan las paredes intestinales; posteriormente, el sistema circulatorio las transporta a distintos órganos donde se forman los
denominados quistes hidáticos o metacestodos. Los quistes, que contienen las larvas, también comprenden vesículas llenas de líquido en las que se encuentran los futuros cestodos – los protoescólices –, provocan la equinococosis cística por E. granulosus y, también, por E. multilocularis. Esta última constituye una lesión multivesicular, es decir, un conglomerado de vesículas que contienen protoescólices, proliferan rápidamente por gemación exógena y producen equinococosis alveolar en roedores y otros mamíferos pequeños. Aunque los quistes de E. granulosus crecen lentamente en seres humanos y animales de vida larga (por ej., camellos o caballos), pueden alcanzar una longitud de 10-20 centímetros; en ovejas, en cambio, suelen medir 2-6 cm.

El ciclo biológico termina cuando un carnívoro hospedador definitivo (por ej., un perro, zorro o lobo) ingiere quistes, que luego liberan larvas (protoescólices) en el intestino delgado donde estas se convierten en cestodos adultos que, entre 25-80 días después en función de la especie y cepa de Echinococcus, liberan a su vez huevos en el medio ambiente.

¿Cuáles son los signos clínicos de la enfermedad?

Los efectos adversos de los cestodos en el intestino delgado de los hospedadores definitivos son limitados. En los hospedadores intermediarios, los quistes desplazan gradualmente los tejidos normales, o provocan fibrosis, e inducen los síntomas de la enfermedad. En seres humanos, los síntomas dependen del órgano en que se desarrollan los quistes, así como del tamaño y número de quistes o conglomerados de metacestodos.
En el ganado infectado por E. granulosus pueden producirse una disminución del crecimiento; de la producción de leche, carne y lana; de la tasa de natalidad, así como pérdidas originadas por el decomiso de órganos en la inspección post mortem. Pero como los quistes crecen lentamente, muchos animales infectados se sacrifican antes de que
hayan manifestado trastornos de salud. También pueden encontrarse numerosos quistes de E. granulosus en el cerebro, riñones, huesos o testículos, donde provocan enfermedades de mayor gravedad. Si no se aplican medidas de control, las tasas de infección en el ganado y perros pueden ser muy elevadas y, por consiguiente, la incidencia en
seres humanos también será de importancia. E. multilocularis (y las otras especies) rara vez infectan a las vacas, a las ovejas o a los cerdos, pero cuando sucede, las lesiones o quistes no suelen ser viables.

¿Cómo se diagnostica la enfermedad?

Debido al ciclo biológico de los cestodos, la mejor manera de diagnosticar la equinococosis en los hospedadores definitivos consiste en detectar gusanos adultos en el intestino durante la inspección post mortem, o en el moco con una prueba diagnóstica (purga con arecolina), o de proglótides (segmentos de cestodos) en las heces. A los carnívoros salvajes, como por ej., los zorros de las zonas en que E. multilocularis es endémico, suele practicarse una necropsia. También existen pruebas para detectar antígenos específicos en las heces  (coproantígenos) que son altamente específicas del género Echinococcus y de mayor sensibilidad que la purga con arecolina.
En los hospedadores intermediarios, el diagnóstico de E. granulosus depende de la detección post mortem de quistes, en particular en el hígado y pulmones. Con frecuencia se detectan en la inspección sanitaria de la carne y también pueden encontrarse mediante un examen con ultrasonidos, pero la especificidad de las imágenes es mediocre. Las pruebas serológicas no se utilizan sistemáticamente para diagnosticar la equinococosis cística en el ganado (vacas, ovejas y  cerdos) debido a la variabilidad de la sensibilidad y la especificidad. En los mamíferos pequeños se puede recurrir al examen post mortem para detectar quistes de E. multilocularis, pero como habitualmente la prevalencia es baja, resulta de mayor utilidad recurrir a los datos sobre zorros infectados. Las muestras de huevos pueden recogerse en el suelo (o heces) para efectuar una amplificación específica de ADN con
objeto de detectar la presencia de Echinococcus. El diagnóstico se realiza de conformidad con las directrices expuestas en el Manual de Pruebas de Diagnóstico y Vacunas para los Animales Terrestres de la OIE.

¿Cómo prevenir o controlar esta enfermedad?

La mejor medida de control consiste en interrumpir el ciclo biológico del parásito. En el caso de E. granulosus es preciso:
– impedir que los perros se acerquen a los cadáveres y vísceras de vacas, ovejas y cerdos en las explotaciones, hogares, mataderos y carnicerías;
– administrar un antihelmíntico (praziquantel) a los perros para eliminar los gusanos adultos;
– detectar quistes en la inspección sanitaria de la carne, en particular en el caso de granjas y comunidades infectadas, y
– vacunar a las ovejas (u otros animales de cría) para impedir el desarrollo de larvas de E. granulosus.

En los laboratorios es preciso establecer normas de higiene estrictas para impedir que el personal contraiga la infección. No es fácil controlar el ciclo de E. granulosus en los animales salvajes, pero si se impide el acceso a desechos y se aplican normas de higiene, puede reducirse la infección en animales domésticos y la subsiguiente propagación a seres humanos. El control de E. multilocularis es mucho más difícil debido al ciclo biológico entre zorros y roedores, pero se ha logrado reducir la transmisión utilizando cebos para zorros con praziquantel y, cuando se propaga a la población canina, administrándolo a los perros que tienen dueño.

¿Qué riesgos implica para la salud pública?

La equinococosis es una zoonosis grave. Las tasas de equinococosis cística en seres humanos oscilan entre < 1 /100.000 y >200/100.000 en las poblaciones rurales de países en desarrollo que viven en contacto estrecho con perros domésticos. Habitualmente, la incidencia de la equinococosis alveolar en seres humanos es < 0,5 /100.000, pero en algunas comunidades (por ej., los pastores del Tíbet) puede superar 100/100.000.

El personal de los laboratorios, las personas que trabajan con animales, los veterinarios y los propietarios de perros son quienes corren mayores riesgos de contraer la infección. Como se liberan en el medio ambiente, los huevos pueden contaminar las frutas y legumbres, o el agua. Asimismo, pueden adherirse al pelo de un animal y, posteriormente, transferirse a la boca por conducto de las manos.

En los seres humanos, los quistes de E. granulosus suelen alojarse en el hígado o los pulmones; por consiguiente, los síntomas de la enfermedad son consecuencia de problemas hepáticos o pulmonares. En contadas ocasiones, los quistes se sitúan en los huesos y causan fracturas espontáneas, o en el cerebro y provocan trastornos neurológicos. Los quistes o lesiones de E. multilocularis se sitúan principalmente en el hígado; su crecimiento es lento pero, de no tratarse, pueden provocar patologías hepáticas graves y una mortalidad elevada. En ocasiones, los quistes se rompen y producen reacciones alérgicas agudas en los seres humanos.

El tratamiento comprende la extirpación o vaciado quirúrgicos de los quistes o la resección del hígado y la administración de un tratamiento antiparasitario (por ej., albendazol o mebendazol) durante un largo periodo para eliminarlos o impedir que reaparezcan después de la operación.

Dado que la infección humana se produce cuando se llevan las manos contaminadas a la boca, su lavado frecuente es una medida preventiva fundamental.

Distribución de la equinococosis en el mundo

 

Fuente: OIE