Frente a una indicación de Magdalena, Moli se levanta y abre una puerta. Cuando en casa de Lorena suena el despartador, María se apura por despertarla e insiste hasta verla levantada. Junto a Canela, María Sol avanza a pesar de los obstáculos.

Moli, María y Canela son perros de asistencia, perros entrenados para ser ayuda, oídos, y ojos de sus compañeros humanos. Perros inmensamente amados que asumen su tarea con la alegría que implica estar siempre al lado de su mejor amigo (que no es su dueño).

No es aún común ver perros guía o lazarillos (para personas ciegas) y de asistencia (para otras personas con discapacidad) en el país. No están en las calles, escuelas, transportes. Tal vez la respuesta haya que buscarla en que la Ley 26.858, que se ocupa del derecho de acceso, deambulación y permanencia de estos perros todavía no ha sido reglamentada. Tal vez porque hasta hace años no había especialistas en Argentina y a los perros había que traerlos de afuera. O tal vez por el costo de manutención de estos canes que no se venden y que son entrenados en forma voluntaria. Sin embargo esto está cambiando. Llevará tiempo, pero se van dando los pasos. Hay quienes luchan por la reglamentación de la ley. Ya existen escuelas en el país capaces de entrenar a perros nacidos aquí, y hay (aunque siempre hacen falta más) empresas que apoyan económicamente para que esto suceda.

Canela (cruza de golden con labrador, dorada, de 5 años) fue uno de los primeros perros que pasaron por la Escuela de Perros Guía de Argentina, de Quilmes Oeste. María Sol Campos (39), artesana, nació prematura y consecuencia de ello fue una retinopatía que le fue quitando visión e independencia. Hasta que hace unos pocos años, en una fotografía en la revista Viva de este diario, conoció a Canela, y soñó con tenerla con ella. Serían equipo.

Canela eligió a María Sol, nunca al revés, según los protocolos internacionales que rigen el entrenamiento de los perros guía y de asistencia. Estos animales (se prefieren las razas Labrador y Golden Retriever) provienen de criaderos en los que se estudia y acompaña cada generación para conocer su temperamento. Los perros seleccionados pasan el primer año de vida con una familia para su sociabilización, siempre bajo la mirada atenta de los especialistas y luego, tras una serie de pruebas, comienzan el entrenamiento básico. Cuando están listos, varios perros conocen al mismo tiempo a varios usuarios y allí se produce el encuentro, se arman los equipos. Perro y humano no volverán a separarse.

Canela es los ojos de María Sol. Siguiendo las indicaciones de “camina”, “izquierda”, “derecha” (los perros no hallan las direcciones por su cuenta), Canela ayuda a María Sol a ganar tiempo, a andar segura y más rápido que si llevara bastón, a la vez que le va marcando obstáculos bajos o altos y obstrucciones en el camino. Cuando Canela se detiene María Sol debe investigar por qué lo hizo. Entre ambas existe una confianza absoluta y el amor que María Sol le entrega a Canela, esta se lo retribuye otorgándole libertad.

Libertad e independencia son las palabras claves entre las personas que van por la vida acompañadas de un perro de asistencia. Magdalena Espoueys (40), psicóloga con movilidad reducida que cuenta con Moli (labradora chocolate de 2 años) para su día a día, lo explica muy bien. Toda persona que no puede realizar una tarea precisa pedir ayuda a otro tantas veces como sea necesario. Esto genera una dependencia que provoca que la persona con discapacidad se sienta una carga. Con el perro, en cambio, eso no sucede. Ver a Magdalena interactuar con Moli es la mejor prueba: la perra puede abrir puertas, alcanzar objetos, y va y viene con alegría desbordante, deseosa de que Magdalena le pida algo para acudir a su lado. De este modo el animal le facilita las cuestiones prácticas, le ahorra energía, le aligera el trabajo.

Moli es uno de los perros de asistencia entrenados por Bocalán Argentina, cuyos canes también acompañan a niños con trastornos del espectro autista (TEA). Victoria Cisneros Millán (36), una de sus entrenadoras, se mantendrá cerca por el resto de la vida de Moli, cuidándola y preparándola para las futuras necesidades de Magdalena.

Diferente es la tarea que debe realizar María, una border collie tricolor de casi 2 años que acompaña a Lorena Chipiluk (37), empleada administrativa. Cuando Lorena y su hermano Martín, ambos hipoacúsicos, perdieron a su madre, también perdieron a quien les informaba de ruidos y voces. En busca de ayuda, Lorena dio con la Escuela Canina Balto, que entrena a perros señal, para personas sordas. Ahora es María, entonces, la que avisa del timbre y los despierta.

Los animales asisten, sí, pero también son compañía y obligan al otro a mantenerse activo, vital, responsable. A lo largo de 8 a 10 años, hasta su jubilación, estarán cuerpo a cuerpo con el usuario. Luego continuarán en el hogar como cualquier mascota. Y esta relación tan profunda, hermosa y agradecida que crecerá entre ambos hará que la vida de uno y otro sea mucho mejor, mas rica y completa. Después de todo de eso se trata ser equipo: dos que trabajan como uno, con el mismo objetivo, tirando para el mismo lado.

Fuente: Clarín