Una weimaraner, una cocker y un doberman lograron que se creara el primer registro nacional de perros donantes de sangre. A ellos se sumó después la historia de una golden retriever, que les dio fuerza para difundir la campaña. Juntos, lograron que la sangre de 45 mascotas de distintos puntos del país esté disponible para ser transfundida en casos de emergencia. Y van por más.

Todo empezó en julio de este año. Lila, una weimaraner de 12 años, pasaba un proceso oncológico y terminó en internación de emergencia. Su familia -compuesta por Ivana Abramovic, su marido, su hijo, tres perros, un gato y una tortuga- la acompañaba desconsolada.

En la clínica conocieron a Natalia, la dueña de Lola, una cocker de 13 años que tenía ruptura de bazo por un tumor. El diagnóstico fue repentino y había que operarla de urgencia. El problema era que no tenían otro perro que reuniera los requisitos para donar, ni alguien a quién recurrir en ese momento. Natalia y su mamá lloraban sin saber qué hacer.

Ivana escuchó todo desde dos caniles más abajo. Sin pensarlo mucho, compartiendo su dolor, se ofreció a llevar a la clínica a su otra mascota, un doberman llamado Enzo. Su marido pasó a buscarlo y le dijo, como en el Mundial del 2014, ‘Hoy te convertís en héroe’. Así fue. Enzo llegó a la veterinaria y, gracias a su sangre, le dio a Lola un día más de vida para despedirse de su familia.

Ivana quiso que su perro volviera a donar y consultó en la clínica: ¿Dónde puedo anotar a Enzo? Le respondieron que “eso no existe” y le dijeron que ellos trabajan con un banco de sangre. Esa misma noche, Ivana -que es diseñadora gráfica- empezó a crear la página web de la iniciativa.

“Proyecto Lila” es un listado donde se registran los perros que están dispuestos a donar sangre y que cumplen con los requisitos necesarios. Se cargan los datos y, si alguien tiene a su mascota en una situación de emergencia, se puede poner en contacto directamente con el dueño del donante. “Somos solo un puente”, dicen sus promotores.

Cuando Florencia Cabrera -que trabaja en redes sociales- se enteró de la iniciativa se ofreció a ayudar “en lo que fuera”. Ella lo había sufrido con Canela, su golden retriever, que tuvo un tumor en el bazo y debió ser operada con urgencia.

“Necesitar un donante es la situación más desesperante que hay”, asegura. “Era un 24 de diciembre y los bancos de sangre estaban cerrados por Navidad. Me dijeron: ‘No sé cómo ayudarte’. Ignacio, un chico que estaba en la clínica con un gato, se ofreció. ‘Yo tengo un perro en casa’, me dijo y lo llevó para que donara”, continúa.

“Hay mucho negocio con los bancos de sangre: los pocos que se acercan a donar lo hacen a cambio de dinero”, sostiene Carolina. “Nosotros como dueños de perros no podemos descansar en que las veterinarias se hagan cargo. La realidad es que entre humano y humano estas cosas funcionan menor”, continúa.

Por el momento, “Proyecto Lila” tiene 45 perros registrados, la mayoría de Buenos Aires pero también de otras provincias como Santa Fe, Rio Negro y Jujuy. También se contactaron personas de Perú y de México, interesadas en la propuesta.

El proyecto contó con el asesoramiento del veterinario clínico y oncólogo Luis Sandez, que trabaja en Hemolab, el primer banco de sangre canino que hubo en Argentina. En la Ciudad de Buenos Aires existen cinco bancos de sangre caninos y tres felinos.

“Cuando una clínica necesita para un paciente una transfusión nos llaman al banco y le entregamos la unidad que necesite. Trabajamos con donantes fijos, que por lo general donan 3 o 4 veces al año. Les hacemos chequeos completos, los revisamos para que estén en condiciones de poder donar. Si está todo perfecto, donan”, comenta Sandez a Clarín.

Los perros tienen 8 grupos sanguíneos que están estudiados, aunque se sabe que puede haber hasta 27 grupos, que se combinan entre sí. “Los perros no tienen anticuerpos naturales. Entonces, en la primera donación, un perro puede donarle a cualquier otro perro. Pero si el receptor necesita una segunda transfusión, a partir de la segunda hay que ver las compatibilidades”, explica Sandez.

Según el veterinario, el banco de sangre “es solidario”. Las personas que llevan a sus perros a donar lo hacen para ayudar a otros, en forma altruista, y no reciben un pago. Lo que se llevan “a cambio” son controles periódicos, con revisiones completas, cuatro veces al año. “Para el propietario termina siendo bueno que el perro esté chequeado. Y nos podemos llegar a adelantar si tiene una patología”, sostiene el médico.

El banco de sangre paga todos esos estudios, chequeos, e insumos. “Ese gasto lo termina financiando el dueño del perro receptor, con el pago de la unidad que necesita”, señala Sandez. Por ejemplo, una bolsa de sangre entera tiene un costo de 2.500 pesos.

“Muchos pacientes no pueden costearlo. Entonces les preguntamos si tienen un familiar o amigo con un perro que pueda llegar a donar”, explica Sandez. Ese mismo rol cumpliría el Proyecto Lila.

“Es la primera vez que se crea un registro de donantes. El proyecto busca abarcar al que no pueda cubrir el costo de la unidad o no pueda conseguir a otro perro que pueda ser donante”, remarca el veterinario y aclara que el banco de sangre no participa en el proceso.

“Donar sangre es totalmente inocuo y muchas veces dicen que puede llegar a ser hasta beneficioso. Se saca lo que es reserva de sangre. La cantidad que se extrae son 450 mm”, continúa. No es necesaria la sedación y una condición que ellos ponen es que el animal sea tranquilo. “Si el perro no quiere donar, no va a donar”, concluye el veterinario.

Los pasos para donar
+ Para poder donar sangre, el perro tiene que ser sano y estar vacunado. Debe pesar 25 kilos o más, tener entre 1 ½ y 7 años de edad, y no presentar patologías cardíacas.

+ Los que se ofrecen como donantes deben registrarse en el sitio web de Proyecto Lila con los datos de contacto de sus dueños, como nombre, localidad y provincia donde viven, teléfono y mail.

+ Quienes necesiten un donante pueden acceder al listado y comunicarse con los humanos a cargo para coordinar.

+ Los donantes deben quedar atentos al llamado de alguna veterinaria, centro de internación o particular que pueda pedirles que se acerquen a donar.

+ Hay que llevar al perro donante hasta la veterinaria (se puede arreglar los detalles con el dueño del receptor, por ejemplo, quién pagará los gastos del taxi). Una vez en la clínica, antes de donar, al perro se le realiza un control veterinario completo y gratuito.

+ El procedimiento es rápido y consiste en un pinchazo. La sangre del perro se extrae de su yugular. Dependiendo de cada veterinario y de la persona que está a cargo, al animal se lo puede sedar o no. Luego, la recuperación es rápida.

+ El perro estará en condiciones de volver a donar a los 3 o 4 meses.

Fuente: Clarín