La enfermedad afecta a caballos, mulas y asnos. Genera pérdidas regionales de millones de dólares anuales sin que cada productor en particular registre tal magnitud.

 

El caballo es uno de los animales más representativos del imaginario cultural argentino. En nuestra historia, la relación simbiótica del equino con los pueblos nativos y criollos –y esa necesidad indómita de libertad que comparten– hace que el caballo sea para muchos no solo un compañero de ruta sino hasta una extensión del cuerpo y alma del jinete.

La Argentina es conocida por la cría y producción equina, lo que ha generado que vastos sectores rurales estén tradicional y culturalmente cerca del caballo, pero no necesariamente de los conocimientos más elementales para proteger su salud. Quizás ello explique que para muchos propietarios y productores la anemia infecciosa equina (AIE) –que afecta a caballos, asnos y mulas– constituya un enigma.

La AIE es una enfermedad infecciosa producida por un virus de amplia difusión en todo el mundo, que no tiene cura ni vacuna preventiva, y se caracteriza por tener una presentación inaparente, con “señales” pobres o ausentes. Los equinos actúan como verdaderos reservorios y fuentes de virus para la persistencia de la enfermedad en los rodeos y su propagación territorial.

Esta enfermedad “poco visible” se transmite de forma insidiosa, solapada y permanente por la picadura de distintos tipos de tábanos y por la inadecuada utilización o reutilización de cualquier objeto cortopunzante que contenga sangre infectada. Como consecuencia, se generan pérdidas regionales de millones de dólares anuales sin que cada productor en particular registre tal magnitud.

Para que se produzca el ingreso del virus a un animal sano es indispensable que se vehiculice sangre desde un portador en forma mecánica. Por lo tanto, si se controlan las vías más comunes de vehiculización (la transmisión natural producida a través de algunas especies de insectos hematófagos y la que provoca la mano del humano), la enfermedad es altamente controlable.

En este sentido, el SENASA recomienda a los veterinarios y otros actores involucrados con la sanidad equina tener presentes las siguientes medidas preventivas: no compartir agujas, jeringas y elementos cortopunzantes entre equinos (su uso debe ser individual); lavar y desinfectar previamente todos los elementos cuando deban ser compartidos; aislar del resto de la población a los equinos que ingresan hasta corroborar su negatividad mediante serología; no incorporar en el plantel equinos de origen dudoso; realizar el análisis serológico con periodicidad en laboratorios habilitados por el SENASA y controlar la presencia de vectores.

Tomar en cuenta estas recomendaciones puede hacer la diferencia ya que, dadas las características de la enfermedad, todas las medidas preventivas y de control que se aplican en los distintos países del mundo se concentran en la detección de los portadores mediante el test diagnóstico de laboratorio y la eliminación de los mismos mediante sacrificio o envío a faena.

Además, es necesario recordar que el SENASA establece la obligatoriedad del diagnóstico de AIE previo al movimiento de equinos.

El objetivo es evitar la difusión territorial del virus y el incremento de equinos portadores, de modo tal que en algunas regiones, con condiciones ecológicas favorables y con la participación responsable y activa de todos los actores ligados al caballo y al ámbito rural y ecuestre, la enfermedad pueda ser controlada o erradicada paulatinamente.

De esta forma en la Patagonia, luego de que los muestreos nacionales realizados arrojaran resultados negativos –y gracias al esfuerzo colectivo desarrollado por varios sectores involucrados en la producción equina–, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) declaró, mediante la Resolución N°386/2017, a la región patagónica como zona libre para la anemia infecciosa equina (AIE).

Este reconocimiento no es menor, ya que lograr esta declaración sanitaria trae beneficios potenciales en cuanto a la calidad sanitaria de nuestros caballos, la producción interna de equinos –el desarrollo de sus ventajas competitivas– y la apertura de mercados.

En definitiva, “el reconocimiento oficial de la Patagonia como zona libre de la anemia infecciosa equina constituye un indudable progreso en la sanidad equina del país, donde es destacable el rol de los propietarios de equinos así como de los veterinarios asesores responsables, ya que su conocimiento sobre la enfermedad y las medidas sanitarias preventivas aplicadas resultan trascendentes para preservar la zona libre, así como también mejorar el estatus sanitario en otras zonas endémicas del país”, concluyó el director nacional de Sanidad Animal del SENASA, Ricardo Maresca.

04/07/2017

Fuente: Infocampo